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Pablo Picasso en su cotidianidad íntima, por David Douglas Duncan

La historia de las fotografías de la intimidad del gran Pablo Picasso en su villa La Californie, tomadas por David Douglas Duncan a fines de los años ´50 .

David Douglas Duncan vivió más de 100 años. Una larguísima vida dedicada a la fotografía. Su más conocida faceta es como foto reportero de guerra para la revista Life. Pero otra muy interesante y bastante más desconocida, es el registro que hizo el año ´57 de la vida íntima del gran Pablo Picasso en su villa La Californie.

Picasso y Jaqueline bailando frente a su famoso cuadro de 1957, «Baigneurs á la Garoupe»

La historia de por qué este fotógrafo se interesó en conocer a Picasso es genial. Reporteando en el sur de Afganistán, desenterró una cornalina griega de la época de Cristo, grabada con un gallo que le recordó a las pinturas de Picasso. Ya de vuelta en Roma, le encargó a Bulgari que lo convirtiera en anillo, para algún día regalárselo al enigmático español.

Tiempo después, camino a Marruecos, pasa por Cannes. El único amigo en común que tenían era el también fotógrafo Robert Capa, muerto recientemente en Indochina. Jaqueline le contesta el teléfono y lo invita a la casa. Cuando llega a la enorme mansión de principios de siglo, Jaqueline lo recibe y lo conduce hacia Picasso; el pintor figuraba dándose un baño de tina. Click, primera foto. Desde ese instante florecería una especial amistad.

En esos años, Picasso ya a mediados de sus 70, vivía con su segunda esposa, Jacqueline Roque, mujer cuarenta años menor que lo acompañó hasta el día de su muerte. También rondaban por la casa Claude y Paloma Picasso, hijos del pintor con Francoise Gilot, quienes llegaban desde París a pasar sus vacaciones. Muchas historias se cuentan del genial Picasso; mujeriego, padre abandonador, ególatra, etc. Pero Duncan asegura que durante el periodo que él pasó en La Californie, se respiraba ahí un aire pacífico, benevolente y de mucha alegría.

Pablo, Jaqueline y Lump, el perro salchicha que le regaló David Douglas Duncan

Cuenta que se le dio un acceso absoluto a la vida íntima del artista. Nunca hubo un no frente a una toma y nunca se montó nada para un mejor encuadre. Todo era espontáneo.

De La Californie Picasso salía muy poco. Se levantaba a media mañana, tomaba un café con leche, una tostada y recibía el correo. Después de un frugal almuerzo, comenzaba a trabajar en total aislamiento hasta altas horas de la noche.

En el salón que usaba como estudio, convivían desparramadas cientos de obras del artista en múltiples disciplinas; esculturas, cerámicas, pinturas y dibujos. Fue uno de los artistas más prolíficos de la historia. A su muerte a los 91 años dejó 45.000 obras. Podemos imaginar su intensa labor diaria, la tremenda compulsión del artista a crear arte.

Según Duncan la única regla de la casa era que nada se podía mover. Cada rincón de desorden podía significar para Picasso una extraña composición que sólo él veía y digería en su cabeza.

Para los únicos que esta regla no corría era para niños y animales (entre ellos una cabra), quienes corrían y jugaban libres por la casa. Su amor por su cabra era tal, que además de yacer entre sus esculturas de bronce del jardín, cuando llovía la entraba a la casa. En el segundo piso, en un espacio cercado lleno de paja, dormía la cabra protegida del clima.

Cuenta Duncan que Paloma era devota a la pintura igual que su padre. Pasaba largas horas a su lado con la misma concentración hacia su obra. En esa época, la veía como la posible heredera del inmenso talento de Picasso.

El trabajo de David Douglas Duncan nos permite adentrarnos en el mundo privado de uno de los artistas más grandes de la historia. Conocer sus rutinas cotidianas y el espacio que lo rodeaba al momento de crear sus intrigantes obras. Las fotografías son una verdadera joyita.