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Madame Errázuriz, Maestra Modernista, segunda madre de Picasso

La historia poco conocida de Madame Errazuriz, aristócrata chilena que dominó el modernismo y quien fue para Picasso como una segunda madre.

Hablar de Madame Errázuriz me es un verdadero deleite. Su historia la conocí hace mucho tiempo cuando me regalaron el libro “The Glass of Fashion” de Cecil Beaton. Mi sorpresa fue enorme al encontrarme con un capítulo que se titulaba “La dama de Chile”, que describía la vida y los gustos de esta mujer que nació Eugenia Huici en el seno de una familia de origen boliviano, en la Hacienda La Calera y que llegó a apadrinar a los mas grandes vanguardistas del siglo XX, como Picasso y Stravinsky y a influir notoriamente en los gustos de la época con su innata sensibilidad moderna.

Lo que me impactó cuando leí ese capítulo y lo que me sigue impresionando hasta el día de hoy es el calibre de su peso en la estética moderna, cuestión que aún no ha sido estudiada en profundidad. Creo que su espíritu purista, su carácter estoico y su gusto por lo simple provienen de su infancia cercana al mundo rural. La alta sociedad chilena del siglo XIX, a manos del latifundio, es reconocida por su austeridad y su aversión a la ostentación, sobre todo antes del boom salitrero post Guerra del Pacífico. Esto sumado a una fuerte influencia de la Iglesia Católica que promovía la sobriedad y la prudencia.

Eugenia Huici fue educada por las monjas inglesas de Valparaíso para luego casarse con José Tomas Errázuriz, heredero de una enorme fortuna y pintor aficionado. El primer año de casados lo pasaron en la Hacienda Panquehue, que hasta el día de hoy aloja a la Viña Errázuriz. Pero la peculiar alma de Eugenia ya comenzaba a florecer, insistiéndole a su marido que se marcharan rumbo a Europa. Su concuñado Ramón Subercaseaux era en ese momento cónsul en Paris. Casado con Amalia Errázuriz, la pareja frecuentaba los altos círculos parisinos e incluyeron a los recién llegados. Eugenia, desde el comienzo, brilló por si sola.

Eugenia por José Tomás Errazuriz

Madame Errázuriz por John Singer Sargent, 1880-82

Hacia 1882 llegan al París de la Belle Epoque, ese periodo de la historia europea (sobre todo francesa) que queda manifestado en los cuadros impresionistas que retratan a la burguesía en la flor de su hedonismo: en el ballet, de picnic en el campo o paseando por los grandes boulevards de París, recién inaugurados por el señor Haussmann. Al parecer Eugenia era una belleza y fue pintada por los grandes retratista de sociedad de la época como John Singer Sargent, Paul Cesar Helleu y Jacques Emile Blanche. En esta etapa, en la que frecuentaba los grandes salones, aun no era patente su gusto por la vanguardia. Joven y atractiva, disfrutaba de una vida llena de riquezas, vestida con las últimas modas. Alrededor del 1900 la pareja se traslada a Londres donde pasan unos años, esta experiencia la fue acercando a un modo de interiorismo mucho menos ornamentado de lo que se usaba en las suntuosas habitaciones parisinas y al gusto por los materiales nobles

Eugenia retratada por Jacques Emile Blanche, 1890

Eugenia Huici por Charles Conder, 1890

Hacia 1910 se separa de Errázuriz, aburrida de sus “tediosos paisajes” y se instala en una villa en Biarritz a la que llama La Mimoserie. Es aquí donde su luz realmente se extiende y donde se comienza a relacionar con los artistas de avanzada. También es aquí donde por primera vez viste un hogar con su propia personalidad, alejada de las restricciones de la sociedad, da rienda suelta a su radical punto de vista sobre interiorismo. Para ella “elegancia es sinónimo de eliminación”, siempre aconsejaba deshacerse de todo lo que parecía nimio y redundante.

Eugenia Errazuriz, dibujo de Picasso

Madame Errázuriz pintaba todos los muros de sus casas de blanco o gris, los pisos los fregaba con agua y jabón como en las casas de los campesinos. Su sobrina nieta Patricia López Willshaw recordaba que “todo en la casa de tía Eugenia huele a limpio”. Eliminó toda clase de adornos superfluos, como miniaturas, fotografías de familia y pasamanería, tan usados en esa época. Decía que era mejor tener un objeto hermoso que muchos bellos. Para las cortinas usaba lino de la mejor calidad y en su casa convivían clásicos muebles estilo Luis XVI con sillas de paja como las que pintaba Van Gogh. Le cargaban los sillones a juego, por lo que se daba el lujo de mezclar estilos entre lo high y low, cuando nadie osaba en cometer tal falta a las reglas decorativas del momento

Cuenta Cecil Beaton que para Madame Errázuriz no había nada de peor gusto que los pasteles decorados y las flores de invernadero (qué pensaría de la moda de los cupcakes), por lo que a la hora del té servía unas maravillosas tostadas con mantequilla de campo y el más rico té. Su mesa carecía de ceremonia, ostentaba como único ornamento un jarro de vidrio con flores silvestres recogidas de su jardín, pero se comía con la mas fina cuchillería de plata del siglo XVIII. El jardín no escapaba de su particular gusto, en vez de plantar los pomposos lirios y begonias de sus vecinos, lo llenaba de verduras comestibles y flores aromáticas como la lavanda y los tulipanes (también odiaba los aromas artificiales)

Su individual espíritu no solo le otorgó su sensibilidad vanguardista en interiorismo sino que la hizo relacionarse con las mentes precursoras de la sensibilidad moderna, la más larga y fructífera con el gran Picasso. Algunos dicen que fue su descubridora, sin duda fue de las primeras en apreciar su arte de avanzada. Fue quien le presentó a los mas importantes art dealers y quien pulió su estilo bohemio para que se pudiera insertar en los altos círculos. Fue su patrocinadora y su amiga, actuando a veces como una madre (ella tenía alrededor de 50 años cuando conoció a un treintañero Picasso). El biógrafo del pintor, John Richardson en su libro “Sacred Monsters, Sacred Masters” dedica un capítulo entero a esta mujer a la que llama “Picasso´s other mother”. En 1918, pasa su luna de miel de dos meses, con Olga Kholkova en La Mimoserie, pintando un cuarto entero con frescos que aludían a la vida veraniega de Biarritz.

Picasso y Olga en La Mimoserie

Eugenia, Pablo y Olga en un baile temático de Etienne de Beaumont, foto por Man Ray, 1924

El pintor la retrató 24 veces y en los muros lavados de Madame lucían sus cuadros cubistas de gran formato. Marcel Proust en su novela “En Busca del Tiempo Perdido” se inspira en ella cuando relata sobre mujeres en París que viven rodeadas de cuadros cubistas. El compositor Stravinsky, el pianista Arthur Rubinstein, el poeta Cendrars, el escultor Giacometti y el gran Diaguilev estuvieron bajo su alero. Ella actuó como musa y mecenas sin sentirse ninguna de las dos. Ella simplemente obedecía a sus instintos y a sus gustos, de forma absolutamente honesta. De esta forma silenciosa fue extendiendo su modo de ver las artes en los círculos mas influyentes de las primeras tres décadas del siglo XX. La escritora argentina Victoria Ocampo, relata cómo en París hubo un periodo de “eugenismo”, donde todo un círculo de le tout Paris seguía los dictados de Eugenia Huici

Otro de sus grandes protegidos fue Jean Michel Frank, el decorador que impuso el estilo minimalista en los interiores. Dijo haber aprendido casi todo lo que sabía de Madame Errázuriz. El año 2004 se efectuó en Argentina una exposición titulada “Eugenia de Errázuriz y Jean Michel-Frank. La creación de un estilo” en el Museo de Artes Decorativas de Buenos Aires, que revisa la relación de estos dos personajes y su indudable influencia en los gustos modernos. El decorador destacó por su uso de materiales inusuales como el cuero (siempre trabajado por los artesanos de Hermès), la rafia y la paja en contextos sofisticados, evidentemente influenciado por Eugenia.

Hotel Llao Llao, Bariloche Argentina, 1937, decorado por Frank

A pesar de que la moda no fue el campo de su mayor influjo, sí tenía un gusto impecable a la hora de vestir. Fue ella quien introdujo a Elsa Schiaparelli su famoso color “shocking pink”, mostrándole el tono de un antiguo textil Inca. Además admiraba de sobre manera los diseños minimalistas de Coco Chanel, quien concibió una estética simple y despojada de adornos para el vestir muy parecida a lo que Eugenia pregonaba para los interiores. La casa que Chanel se construyó en el mediterráneo francés, llamada La Pausa, responde a todos los cánones estéticos de Eugenia, estas dos mujeres se codeaban con los mismo círculos.

Madame Errázuriz, 1929, seguramente vestida de Chanel

Entrando en los años '20 se instala en una ala de la mansión del conde Etienne de Beaumont, conocido personaje del haute monde parisino, que daba fiestas temáticas de lo mas excéntricas donde mezclaba aristócratas, demimondains y artistas de la vanguardia. Por la generosidad del conde vivió los últimos 20 años en este pequeño apartamento en París con sus Picassos, sus lámparas de Giacometti y sus cosas hermosas. Ya en su vejez se ordenó monja franciscana y solía usar un hábito diseñado por Coco Chanel. Durante la Segunda Guerra se vuelve a instalar en su villa en Biarritz acompañada de su sobrina nieta Patricia, quien recuerda que Eugenia se despertaba alrededor de las 6 am y salía descalza a trabajar en su jardín hasta el medio día. Los jueves y domingos iban un par de curas a almorzar con quienes tenía interesantísimas conversaciones sobre arte y cultura.

Madame Errazuriz At Home, Harpers Bazaar, 1938

Madame Errazuriz At Home, Harpers Bazaar, 1938

Madame Errazuriz At Home, Harpers Bazaar, 1938

Madame Errazuriz At Home, Harpers Bazaar, 1938

Después de la guerra muere su hijo Max, quien le mandaba dinero desde Chile, quedando muy desprovista económicamente. Ya cansada de la vida vuelve a su país natal, después de más de 60 años, con un pasaje de avión regalado por Picasso y muere dos años después al cuidado de su hija Carmen a los 91 años. Uno de sus mas tardíos proyectos fue una casa que comisionó a Le Corbusier para que construyera en Viña del Mar, el plan nunca se llevó a cabo en Chile y al parecer la Villa Eugenia se terminó construyendo en Japón, como un tributo olvidado a Eugenia.

Sin duda, hay una deuda histórica con esta mujer, las investigaciones dejan más preguntas que respuestas. Muchos datos de su vida no están claros y las fuentes se contradicen entre ellas. Es necesario indagar en sus epistolarios (el que mantuvo con Picasso fue extenso y no ha sido examinado lo suficiente) y en las biografías de sus protegidos para dilucidar realmente su peso en la estética modernista. En abril y mayo del 2016 se realizó en la Corporación Cultural de Las Condes una exposición en honor a Eugenia titulada “Eugenia Huici, una Mujer Visionaria” donde se mostraron sus retratos y vestuario, además de la recreación de sus interiores. Esta ha sido la única muestra que se ha hecho en su país natal.

Eugenia por Man Ray, 1930

Eugenia Huici fue una tastemaker y una real visionaria, de forma innata pudo ver hacia donde se dirigiría el gusto del siglo XX, muchos años antes de que el minimalismo fuera el epítome de la sofisticación. Su espíritu purista es esencial en forjar la estética moderna de interiores así como el de Chanel en las modas y el de Le Corbusier en la arquitectura. A esto se suma la íntima relación que mantuvo con los más importantes creativos de las vanguardias, muchos se conocieron gracias a ella y se establecieron como artistas bajo su alero. Su figura no se debe seguir pasando por alto.

Su forma de minimalismo es fascinante y dista totalmente de esos espacios fríos y grises que vemos hoy. El suyo, guarda relación con encontrar la belleza intrínseca de las cosas y con dejar atrás el materialismo, entendiendo que la limpieza de espacios deriva a la limpieza mental. Su educación a manos de la Iglesia Católica la acompañó hasta el final de sus días, influyendo en la forma ascética que vivió su vejez, pero sin evitar su apertura mental para relacionarse con los más excéntricos y diversos personajes: simplemente maestra.